El Barroco se desarrolla en un siglo conflictivo,
conmovido por profundas crisis sociales, desequilibrios económicos,
circunstancias críticas y crueles enfrentamientos bélicos. La crítica situación
había comenzado ya hacia 1580, pero su proceso se incrementaba a lo largo de
XVII, en sus distintos niveles. En los países del Occidente europeo, la crisis
social es paralela a la problemática económica; pero los dos procesos están
determinados por la conflictividad bélica.
La transformación económica entra en una fase decisiva.
Los gobiernos intentan estimular su dinámica. Holanda e Inglaterra invaden las
grandes rutas comerciales del Atlántico y el Extremo Oriente, en disputa con
españoles y portugueses. Mientras Holanda mantiene el modelo del capitalismo
comercial, Inglaterra convierte el comercio en un estímulo para la producción
hasta convertirlo en una fuerza del desarrollo de la economía. El desarrollo
del comercio fomenta la fundación de compañías comerciales y de Bancos,
protegidos por el Estado.
En cambio, la agricultura se mantiene estancada en
algunos países, e incluso disminuye la producción, como decadencia de la
decadencia del feudalismo, del escaso interés de los campesinos por la
plusproducción, de la aplicación de procedimientos primitivos de cultivo. Los
fuertes impuestos, las “cargas ocasionales” y las malas cosechas agravan la
situación. Pero, sobre todo, condicionan e intensifican la problemática socioeconómica
los distintos conflictos civiles: las luchas sucesorias en Francia e
Inglaterra; la bipolarización catolicismo-protestantismo; el largo azote de la
guerra de los Treinta Años, entre 1618 y 1684.
Conflictividad bélica
El cambio gradual de las estructuras socioeconómicas,
el desarrollo comercial, la vigorización de la propiedad agraria señorial y,
como contrapartida, el empobrecimiento de las masas, tienen diferente dimensión
en cada impronta nacional. Son factores decisivos, la política interna y la
política externa en cada nación. Cada país del Occidente europeo protagoniza
acontecimientos muy distintos. El comienzo de la transformación literaria en
Francia coincide con el reinado de Enrique IV y el comienzo del de Luis XII. La
restauración monárquica y católica favorece la reconstrucción del sistema
político, la revitalización social y la moderada controversia religiosa. El secentismo
italiano se desarrolló, dentro de la fragmentación territorial, bajo el dominio
español y la mentalidad de la Contrarreforma.
El poder absoluto instaurado en Europa genera una serie
de conflictos internos. Pero la literatura barroca se desarrolla, en buena
parte, dentro del clímax de Europa empeñada en la guerra de los Treinta Años,
entre los años 1618 y 1648. Surge esta conflagración de los viejos conflictos
religiosos entre católicos y calvinistas alemanes, entre la Liga Católica y la
Unión Evangélica. Pero pronto se convierte en lucha internacional, con la
intervención de España, los Países Bajos, Dinamarca, Suecia y Francia. Las dos
ramas de los Habsburgos, establecidas en Madrid y en Viena, combaten por
mantener el orden tradicional, fijado por la Contrarreforma, frente a la
mentalidad racionalista.nacionalista, al orden moderno defendido por Francia y
los países protestantes.
La guerra de los Treinta Años cambiará los puntos de
hegemonía en Europa. La Francia del cardenal Richelieu se impone en la última
década de la guerra; las victorias de Rocroi y Lends obligan a los Habsburgos
austriacos a firmar la paz de Westfalia (1648). España tiene que reconocer la
independencia de Holanda, pero continúa la guerra con Francia, hasta la derrota
definitiva de las Dunas, que provocará la desventajosa paz de los Pirineos
(1659).
El proceso de la decadencia en España
Al iniciarse el siglo XVII, España sigue a la cabeza de
las potencias europeas, pero tiene que enfrentarse con asfixiantes dificultades
hacendísticas y con interminables guerras desgastadoras. La crisis económica se
extiende a amplias zonas. Se registran estados de malestar y disconformidad. Se
incrementan los desajustes sociales que generan situaciones de tensión. Se
alteran los valores y formas de comportamiento.
La monarquía absoluta, clave de la bóveda del sistema
social y los intereses señoriales restaurados, apoyados en el predominio de la
propiedad de la tierra, son la base potencial de la sociedad barroca en España.
Pero el gobierno interior está marcado por los conflictos en las dilatadas
posesiones europea y ultramarinas por las sucesivas guerras.
Después de la efervescencia del reinado de Felipe II,
Felipe III representa el comienzo de la “generación pacifista del barroco”. Al
iniciar su reinado, en 1598, hereda un dilatado territorio. Su débil carácter
le impide regirlo y deposita su confianza en el duque de Lerma. La política
pacifista tiene su confirmación en las paces sucesivas con Francia e
Inglaterra. Pero las Provincias Unidas de Holanda reanudan las hostilidades,
hasta que, en 1609, se concierta la “tregua de nueve años”. El intercambio de conciertos
matrimoniales entre las dos familias reales garantiza temporalmente las
relaciones pacifistas con Francia.
La situación de España en el concierto europeo cambia
desde 1621. Comienza en esta fecha el reinado de Felipe IV. Su afición a las
diversiones, sus aventuras sentimentales, la dedicación a las artes, le dejan
escaso tiempo para llevar directamente el gobierno del país y descarga sus
funciones en el conde-duque de Olivares, hombre ambicioso, hábil conocedor de
la situación española e internacional. España se complica en los graves
conflictos bélicos europeos. La guerra con Holanda, reanudada en 1621, es
pródiga en hechos singulares, como la rendición de Breda (1624). La relaciones
con Francia cambian con la paz de Monzón. Pero se romperá pronto al firmarse el
tratado de Londres, entre Inglaterra y España.
Pero la empresa más dura para España es la
participación en la guerra de los Treinta Años. El ejército español, dirigido
por el cardenal infante Fernando de Austria, triunfa en Nordlingen. Sin embargo,
se suceden los encuentros adversos, hasta culminar con la derrota de los
tercios españoles en Rocroi (1643), por el general francés príncipe de Condé.
Cuatro años más tarde, las tropas españolas sufren la gran derrota de Lends.
Los resultados adversos se confirma en la pérdida de territorios con la paz de
Westfalia (1648).
La participación de España en la guerra de los Treinta
Años y las consecuentes guerras con Francia y con los Países Bajos merman el
potencial militar, desequilibran la economía y terminan con la hegemonía
española en Europa.
La situación se complica con las revueltas de Nápoles y
Sicilia, con los disturbios de Aragón y Andalucía, con la sublevación de
Portugal, con la guerra de Cataluña. Esta última, verdadera lucha civil,
iniciada por la revuelta de los segadores en Barcelona, complica la guerra con
Francia, terminada con la paz de los Pirineos (1657), por la que se pierden
Artois, Rosellón y la Cerdeña.
Estructuración social española
La lenta evolución de la estructura estamental de la
sociedad española, a lo largo del siglo XVII, se relaciona estrechamente con la
jerarquización administrativa impuesta por la oligarquía política, por el
absolutismo de los Austrias. El rey es la figura máxima, de origen divino para
algunos teóricos de la época. El gobierno centralista se ejerce a través de
varios Consejos Supremos que ejercen su poder en distintos ámbitos. El Consejo
Real de Hacienda tiene la responsabilidad de las recaudaciones e impuestos. El
campo religioso estaba encomendado al Consejo de la Inquisición, que, además de
preocuparse de conservar la pureza de la fe, funcionaba como un instrumento
político.
La estratificación estamental de la sociedad española
de pende de la herencia de la sangre y del concepto del honor. La sangre
funciona como vínculo transmisor “de una pretendida superioridad de virtudes”,
transfiere el honor del linaje. El honor, patrimonio de la nobleza, es un
principio discriminador de los estratos sociales y un principio distribuidor
del reconocimiento de privilegios.
En el vértice de la pirámide social está la nobleza,
beneficiada por prerrogativas, favorecida por el poder real, por el desempeño
de los más importantes cargos del Ejército y de la Administración. Los nobles
importantes abandonan sus posesiones provincianas para establecerse en la
Corte. En estratos inferiores están los caballeros y los hidalgos por herencia
o por riqueza.
Constituye una clase especial y privilegiada el clero,
que goza de consideración en la España de los Austrias, que se encarga de buena
parte de la enseñanza, que apoya al Estado y desempeña cargos relevantes o
acumula riquezas. La milicia forma un complejo social muy distinto: se alistan
los segundones de las familias nobles, burgueses ambiciosos de aventuras y de
obtener prebendas; desvalidos que buscan un sustento o un refugio contra la
justicia.
La burguesía no ha alcanzado aún su desarrollo. La
política del XVII corta las posibilidades de normal desenvolvimiento del
capitalismo. Otro obstáculo de su evolución es el descenso de la industria y la
competencia de los monopolios comerciales establecidos por los extranjeros.
Tampoco los campesinos disfrutan de una situación
favorable. Las consecuencias del régimen de administración y la crisis
económica son factores negativos para su desarrollo. Los nobles y el clero
explotan la ganadería y cobran derechos por el paso de los rebaños por sus
tierras, derecho de la Mesta o pastos. Se planteaba, además, el problema de la
posesión de las tierras. Las grandes familias extendían sus posesiones hasta
crear dilatados latifundios. En otro nivel, la miseria, el abandono, el
abatimiento, la ruina, la existencia marginal de chozas y cabañas, están
atestiguadas por los tratadistas contemporáneos.
Desde finales del siglo XVI, bastantes obras revelan
una intencionada preocupación por los pobres; surgen las propuestas sobre la
creación de las Casas de Misericordia, para acogerlos y darles alimento.
Incluso las Cortes piden al monarca la construcción de albergues. Pero la
progresiva crisis económica influye en el crecimiento del número de gentes sin
trabajo. Se incrementan los grupos de población marginada, entregada al juego,
a la vagancia, al bandolerismo, a la picaresca, a la trashumancia...
Las alteraciones demográficas son frecuentes en la
época: están movidas por la concentración en las ciudades, por la emigración al
Nuevo Mundo, por la generalización de las guerras a lo largo del Occidente
europeo. Determinados movimientos migratorios influyen en el descenso de la
población de la meseta y su crecimiento en zonas del litoral. El éxodo del
mundo rural a las ciudades, crea problemas de vivienda, de ambientación y de
convivencia. Puede servir como ejemplo de este crecimiento migratorio el
crecimiento de la población de Madrid: de 65.000 habitantes en 1599, pasa a
180.000 en 1630.
La cultura barroca
Una nueva mentalidad
En el dilatado espacio geográfico occidental, dentro de
la crisis de los contextos histórico- sociales, se desarrolla la compleja
cultura barroca. Las claves estéticas y la delimitación del Barroco ha
suscitado numerosas controversias.
Las grandes corrientes que cruzan Europa abren nuevas
posibilidades al conocimiento humano. El pensamiento, la filosofía, las
especulaciones religiosas, la investigación científica contribuyen a la creación
de una nueva mentalidad. En el campo del pensamiento, se desarrollan dos
grandes corrientes filosóficas: el empirismo y el racionalismo.
Transformaciones de las claves estéticas
El Barroco transforma las claves estéticas de las artes
y de la literatura, renueva los elementos decorativos, rompe con la rigidez de
las reglas clásicas, impone formas abiertas, dinámicas, distorsionadas. El
término barroco derivaría del nombre que los portugueses daban a las perlas
irregulares, pérola barroca; pero los humanistas italianos señalan la
rareza del silogismo escolástico denominado “baroco”. El concepto de barroco,
con el significado de movimiento estético, no se aclimata hasta el siglo XVIII;
pero como adjetivo es empleado ya por eruditos del XVII, para designar cierto
tipo de exageración literaria, o manifestaciones que suponen la distorsión de
las formas clásicas.
El manierismo frío, complicado e intelectualista, cede
paso a un estilo sensual, lleno de desbordada vitalidad. El Barroco representa
una dirección abierta más libre, rica y fastuosa. Sus representantes enfocan el
cosmos bajo una perspectiva enriquecida, intensificada, por la función gozadora
de los sentidos. Funden distintos procedimientos, plásticos y literarios;
fusionan lo visible y lo oculto, en ininterrumpido juego; intentan conseguir un
“orden desordenado”, la “relativa y confusa claridad”.
En el campo del arte, el Barroco rompe con la
estabilidad del equilibrio y la simetría, con las líneas horizontales y
verticales; sustituye lo fijado, lo delimitado, por la forma libre, por la
profundidad espacial; crea un ritmo cinético, representado por las violentas
superposiciones. Frente al arte clásico, representa un “impulso hacia lo
suelto, lo ilimitado, lo caprichoso”.
Roma se convierte en uno de los centros del arte
barroco.
Los dos grandes núcleos del arte barroco se localizan
en los Países Bajos y en España. La pintura flamenca llega a su manifestación
culminante con Pedro Pablo Rubens. Al mismo tiempo, se desarrolla la pintura
holandesa, condicionada por el pensamiento protestante.
El barroco en España
El Barroco alcanza su máxima floración en España en las
artes y en las letras. La Contrarreforma, el Estado absolutista, la prepotencia
de la nobleza, el oro que viene de América, impulsan el desarrollo de sus
distintas manifestaciones. El catolicismo postridentino, la suntuosidad del
culto, las solemnes procesiones de Semana Santa, favorecen la pervivencia de la
brillante escuela de imagineros, fomentan la renovación de la inspiración
artística. La esplendorosa iconografía en madera policromada alcanza su mayor
esplendor en la escuela andaluza.
Pero la culminación de la plástica está representada
por la pintura. Por un lado, el tenebrismo de la escuela valenciana. Por otro,
el proceso evolutivo de Diego Velázquez, desde el tenebrismo juvenil a la
transformación del espacio pictórico, con las sensaciones de lejanía, como en
la Rendición de Breda, los famosos retratos cortesanos y el juego de
perspectiva y profundidad de Las Meninas y Las hilanderas.
Como contrapunto, se desborda la compleja creación
literaria del barroco español. Se impone un nuevo concepto de literatura; se
renuevan los distintos planos de los géneros; se cambian las estructuras, se
intensifica la semiotización de la lengua, se imponen nuevos puntos de vista
narrativa; la agudeza satírica.
Rasgos del Barroco literario español
Los representantes del Barroco viven la problemática de
su tiempo, bajo las normas del poder absolutista establecido, y el
autoritarismo del sistema social; practican el ejercicio de la libertad, para
no verse sometidos al cultivo de una literatura comprometida con las reglas
preestablecidas. Pero frente a la “cultura dirigida”, se impone la “cultura
masiva” movida por el crecimiento demográfico de las ciudades.
Las situaciones de crisis, los fracasos bélicos, el
hambre, la sangría de la emigración, generan un clímax de escepticismo.
Un pesimismo constante va apoderándose de los españoles.
El tópico de “la locura del mundo” es un testimonio del
teatro español. Se impone la concepción del “mundo al revés”. Por otra parte,
la conflictiva situación contemporánea incrementa el carácter agresivo; la
acechanza del hombre contra el hombre.
Culteranismo y conceptismo
En España, la delimitación estética del Barroco es más
compleja, porque tenemos que distinguir y fijar los campos estilísticos del
culteranismo y del conceptismo.
El culteranismo y el conceptismo son dos corrientes
estéticas que se complementan.
El culteranismo es un proceso de acumulación e
intensificación de varios tipos de rasgos estilísticos. Se rompen los esquemas
lingüísticos, se seleccionan cultismos léxicos y sintácticos, con muchos
hiperbatones, preocupación por las connotaciones, alusiones mitológicas y
metáforas.
El conceptismo se apoya en el ingenio y la agudeza. Sus cultivadores
se sirven de la comparación, la alegoría, la antítesis, el contraste, los
equívocos, los retruécanos, los juegos de palabras, la disemia, la paronomasia,
las paradojas, el calambur, la disociación, el zeugma, la hipérbole; crean la
típica dificultad conceptual por la rápida acumulación de metáforas.
Hola Rubi, la verdad si se trata de información esta completo, si se trata de correcciones yo lo veo igual que la ultima vez, asi que solo te puedo decir que te faltaron cosas y ya no se puede corregir mas. Te dejo 12% del blog y 8% de ortografía
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